Cada vez resulta más habitual implementar un sistema de desodorización en el interior de las estructuras de saneamiento, principalmente porque la mayoría se están construyendo todavía en los grandes municipios y para evitar la salida de malos olores en zonas habitadas.
Si la estructura va colocada en las afueras de los poblados se pueden construir incluso a cielo abierto, pero en las cercanías de la civilización suelen ir cerradas y enterradas y al ser ambientes húmedos y muy olorosos por tratarse de aguas sucias y residuales.
La solución convencional es aspirar el volumen de aire que queda atrapado cuando el nivel de agua sube dentro de la estructura y hacerlo pasar por un depósito de carbón activo antes de ser liberado a la atmósfera.
A veces también añadiendo una ventilación forzada en el interior de la estructura, pero esto es menos habitual.
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